Todos los fines de semana amenazo con escaparme al Nevado de Toluca. “¡Éste sí me voy!”, me digo. Pero las semanas pasan y sigo atrapada en la misma rutina. Un loop que el viernes por la tarde me lleva de la oficina a la cama. Que me ínsita a obsesionarme con alguna serie de TV y a no salir. ¡Basta! Sé que este sábado será el bueno. Me voy, me iré.
Dos horas y media de viaje no son nada, y hay tantas cosas que me gustaría hacer allá, por ejemplo, ver la nieve. Sé que febrero es un mes ideal para encontrarse con un volcán blanco, de paisajes soberbios. Porque aunque el Nevado o Xinantecátl —hombre de las nueve aguas—duerme, la belleza sigue velando su lomo, aquél ante el que los copos de nieve sucumben.
Dicen que la caminata desde el albergue alpino —sitio ubicado en el cráter que cuenta con estacionamiento, tienda, hospedajes y zona de camping— es corta y que a pocos kilómetros se encuentras las lagunas del Sol y la Luna; dos posas de agua dulce en las que se puede nadar, pescar o bucear. ¿Qué tal comer una trucha astral?
Además de caminar por los diversos senderos que recorren esta montaña, creo que estaría bien aprovechar para aprender a hacer alpinismo. Escalar un poquito para cambiar de perspectiva mi manera de ver el campo, la ciudad e incluso el mundo. Y por la noche, me suena bien un campamento bajo las estrellas.
Eso sí, al Nevado hay que ir preparado. Así que iré sacando mi mejor kit de invierno: chamarra de pluma, guantes, gorro, botas, pantalones gruesos y bufanda. La temperatura en esta época puede descender hasta los dos grados centígrados. No quiero morir de frío. También hace falta llevar víveres y provisiones, comida rica para cenar. Un termo con café. ¿Qué más?
Al día siguiente, me encantaría hacer un picnic en las faldas de este precioso monte. Brindar con mimosas. Tomar algunas fotografías, y por qué no… unas cuantas selfies para mi Instagram. Este fin de semana lo que quiero es salir de ciudad, perderme de la rutina y conocer un lugar nuevo. ¡Sí! Me voy, me iré.
